Conmemoramos 40 años de la muerte del padre del reggae, Bob Marley, en 1981, el jamaiquino de quien puede decirse que es el emblema de una generación pero no solo eso: el pilar de una cultura. Su vida estuvo muy ligada al fútbol, casi tanto como a la música que lo hizo famoso. El cantante que al morir tenía apenas 34 años había practicado el fútbol desde niño y era diestro con el balón. Poco antes de morir había recibido desde el Brasil una invitación del director de la Ariola, la discográfica alemana, para su fiesta de lanzamiento.
Se sabía que Bob Marley era un hincha de la auriverde brasuca, en aquel tiempo tricampeona del mundo. En el fiesta Bob conocería a los grandes del fútbol de la potencia. Partió de Trinidad y Tobago en un jet particular de la famosa Island Records, junto con el guitarrista Junior de The Wailers, el cantante Jacob Miller de Inner Circle, Chris Blackwell de Island Records, y la actriz y modelo Nathalie Delon. También acompañaría a la troupé de lujo, Barry Manilow, pero desistió un día antes. El miércoles 18 de marzo, Bob Marley llegaría al aeropuerto Santos Dumont de Río de Janeiro con un atuendo de boina tradicional llamada tam y todas las ganas de conocer al cantante Gilberto Gil que había hecho su propia versión de “No Woman, no Cry” en 1979 bajo el nombre de “Não Chore Mais” “El reggae tiene la misma raíz, el mismo calor y el mismo ritmo que la samba”, dijo Bob en esa ocasión.
En el país del fútbol, el gran Marley jugador de pelota en Trenchtown, barrio pobre de Kingston, era partidario del Santos. Pelé le regaló una camiseta con el 10, y Bob también conoció a Paulo Cézar Caju, compañero de Pelé con quienes se llevaron la copa Jules Rimet en México, en 1970. Pero en el viaje a Bob le esperaban otras sorpresas conectadas con el fútbol: acudiría también al encuentro del famoso rey del reggae, Chico Buarque, el cantante y compositor brasileño, el hincha del Fluminense Football Club, del lado de su madre. La peculiaridad: Chico Buarque no solo juega sino que gusta de ser cronista deportivo de afición. Y, gracias a Dios, no gusta de teorizar acerca del fútbol, como acostumbran ciertos educados.
La tarde que llegó Bob Marley fue invitado a jugar un partido con una agrupación para jugar al fútbol que Chico Buarque había formado bajo el nombre de Politheama. Los fichados por la discográfica Ariola, Toquinho, Moraes Moreira y Alceu Valença, eran los refuerzos del Politheama para el partido con Marley. A esa plantilla se unieron Evandro Mesquita, Regina Casé, Patricya Travassos y Paulo Cézar Lima. Lamentablemente el partido solo duró veinte minutos dada la pobre condición física de los jugadores adicionados. El crack: Toquinho. El ganador: la agrupación en la que formó filas Bob Marley.
Pero también el fútbol le dio la clave a Marley de su fin: en un partido de fútbol, poco después de Brasil, se supo que padecía de cáncer. En el transcurso de un partido con periodistas y músicos, Marley, como solía, fue pisado en pie derecho por un crítico de la revista Rock and Folk. Días después perdió la uña del pie y los exámenes determinaron que padecía un melanoma maligno y que debía amputarse el dedo, aunque después de unos años lo hizo. Al cabo de tres años, en Nueva York, por una gira, cayó desplomado al suelo mientras hacía jogging. El cáncer se había extendido en su cerebro, pulmones, hígado, estómago. El fútbol estuvo ahí, en la vida y en la muerte del dios negro del reggae, Bob Marley.