1976: Bajo la lluvia un tal Larry Mullen Jr., baterista, se propuso encontrar con anuncios de prensa posibles integrantes para una banda de rock. Lo peculiar era que el tal Mullen Jr. tenía apenas 14 años y que el aviso no había aparecido en un rotativo cualquiera: se trataba del periódico de la Escuela Comprensiva Mount Temple en Clontarf (Dublín 3), el colegio secundario donde el jovencito se proponía dar forma a una idea escolar. Al urgente llamado se sumaron un tal Paul Hewson, Dave Evans (quien tomaría el apelativo de The Edge, guitarra, acompañado en un inicio de su hermano Dick), Adam Clayton, bajista, y muchos otros, tantos otros que se han perdido tras la cortina de la historia. Tomaron un nombre, «Feedback», que no toleraron por demasiado tiempo y lo remplazaron por «The Hype» hasta decidirse por un simple guiño “también a ti”, “también para ti”, “tú también”, por su significado en inglés: «U2». Cabe añadir un detalle: el tal Paul Hewson no era otro que Bono, frontman, voz, ego y estrella de la banda.
Se dice que el compañero de escuela de Bono, hoy en día artista de nombre Guggi fue a quien se le ocurrió el apelativo de «Bono Vox» para Hewson (recordemos olvidar pronto este apellido para evitar futuros contratiempos), se ha contado la historia de que el nombre proviene del latín y evoca la buena voz del cantante Hewson pero al parecer es una leyenda: la verdad nos remite a una tienda de audífonos en la lluviosa Dublín, el local “Bonavox”, para ser exactos.
Sea como fuere, de ahí parece venir un nombre que se ha hecho leyenda con el pasar del tiempo. Han sido suficientes más de cuarenta años desde los orígenes para que el nombre de U2 y el de Bono Vox hicieran leyenda en el firmamento de la música pop y entiéndase por música pop toda la que tiene su origen en las fuentes de la popularidad del espectáculo nacido en el Reino Unido y madurado en los Estados Unidos: grandes estudios de grabación, bandas flexibles y acoplables tanto a la gran difusión como a la gran venta, sonido sencillo y asimilable de prisa, fórmulas de apropiación pronta entre los fanáticos –estribillos pegajosos, repetición de acordes, palabras y frases, entonación y despliegue musical encantador y sencillo–, contagio armónico y melódico y ritmo seductor. Con esos aspectos en juego, U2 emprendería su camino hacia la cúspide de la pirámide de la música de gran espectáculo.
Ya en 1978 la banda ganó un concurso llamado “Harp Lager Talent Contest”, de Limerick, Irlanda, por el que pudo grabar un demo y de ahí a ofrecer su primer concierto solo hace falta un paso: en St. Stephen’s Green se dio aquel acontecimiento hoy solo recordado con una placa que reza: «Rock’n’Stroll» y nada más al frente de la parada LUAS en Dublín. Fue un recital algo desordenado y poco memorable para las exigencias de los fanáticos de la música pero su peso se explica solo: fue el primero de U2. Gracias a él, los dos líderes de la banda, The Edge y Bono, disfrutan del honorable título de “Freeman” de la ciudad, lo que quiere decir que ostentan la prerrogativa de llevar ovejas, sí, ovejas, queridos amigos, en el famoso parque de la ciudad. Viejas costumbres de la vieja Irlanda.
Ya a fines de la década de 1970, U2, bajo el mando de su primer manager, Paul McGuinness, la emblemática banda de rock edita su primer sencillo (sencillos que, para la afición contemporánea, eran lanzados a la calle bajo la forma de discos de 45 revoluciones, pequeños acetatos del tamaño de una cuarta trazada con una mano de tamaño medio) de nombre “Out of Control”, que va a integrar su EP debut llamado “Three”. Hasta que llegaron los contratos y con ellos el dinero: su primer contrato llegó en 1980 con la mítica Island Records de la mano de su primera gira con un primer álbum completo de título “Boy”. De ese modo las bases para una prometedora entrevista con la fama se habían colocado. A la vuelta de la esquina estaba servida la segunda gira promocional de U2. La nueva década, la de Reagan y los Irán contras, 1980, se había inaugurado de modo promisorio para los irlandeses.
Quizá debamos detenernos y pasar revista a los fenómenos musicales que despertaron en esa década gloriosa para los U2. Lo primero que debemos decir es que se trata de un momento de cambio de matriz: todo lo diversa que pueden parecernos hoy en día la música de 1970 ingresó en un solo canal: el del declive y la mutación del punk. Si bien varios otros géneros de la música popular contemporánea fructificaron y sobrevivieron, al menos un par de años, uno de ellos la música disco, el grueso del sonido de la década de 1980 que con el correr del tiempo nos podría parecer demasiado fácil y conformista, germinaron en los coletazos del punk corrosivo de la década anterior. En esos días vimos diluirse la corrosividad del punk y mezclarse con muchos otros sonidos que venían tanto de la música electrónica naciente en la pipeta de gente como Kraftwerk o Tangerine Dream. De ahí surgieron varios sonidos, uno de los cuales fue prominente y cuyo nombre parece quedar para la memoria de las enciclopedias de la música: la new wave.
En ese contexto la banda recién trasladada hacia el éxito de origen: Dublín, nombre: U2, se estrenaría en términos sonoros hasta llegar al podio y colocarse el laurel de la mejor banda de rock de la historia, datos más, datos menos. Pero debería padecer primero y enfrentar después a ese entorno de sonidos, y para ello debía colocarse los guantes. Sería exitoso pero sería, como todo, correr el riesgo y levantar su propia voz. Y provenían de Irlanda, un lugar nada fácil, un país atravesado por conflictos históricos de centenares de años. Pero la pica había sido clavada en el Flandes del Eire y desde ahí partiría la aventura de la mejor banda. Este es el testimonio de su comienzo.