La búsqueda de libertad en Occidente nos ha despojado cada vez más de ataduras sociales, con el fin de que cada quien elija la vida que mejor le acomode.
Y en esta búsqueda de libertad, primero cada vez más parejas fueron decidiendo irse a vivir juntas sin la necesidad de casarse, tener hijos sin la necesidad de contraer matrimonio, y así, el mundo en pareja mutó enormemente.
La tendencia, sin embargo, apunta cada vez más a la soltería. Este fenómeno puede traducirse desde ambos ángulos: personas cada vez más independientes, que no depositan su felicidad en alguien más, pero también podría traducirse en un individualismo egoísta que nos aleja cada vez más de los otros, haciéndonos creer la ilusión de que no necesitamos a los demás.
Lo que es un hecho es que las cifras apuntan a cada vez más adultos solteros en el mundo.
Por ejemplo, un estudio muestra que en Manhattan uno de cada dos estadounidenses viven solos, y en el resto de Estados Unidos (el marcador cultural del último siglo por excelencia) la cifra es uno de cada cuatro, algo inédito en la historia del país.
Si bien las cifras anteriores no revelan si estas personas están o no solteras, otra investigación reciente ha mostrado que también, como nunca, cada vez más personas adultas lo están. Según un reporte de Pew del 2014, uno de cada cuatro adultos mayores de 50 años nunca se casó.
Cada vez más personas viviendo solas y siendo solteras. Bella DePaulo –doctora en sociología de Harvard y quien ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar el fenómeno contemporáneo de la soltería– postula, basándose en sus investigaciones, que la clave que ha encontrado para que las personas solteras sean más plenas en su soltería es justamente que, aunque viven solas, hacen comunidad de alguna manera.
Muchas de ellas, por ejemplo, viven en su propia casa, pero en el mismo edificio que otros familiares, o amigos.
Muchas también tienden a no descuidar sus amistades y a formar parte de grupos que trascienden la individualidad, como causas sociales, activismo o grupos espirituales.
Para DePaulo, esta nueva tendencia a la soltería (siendo que probadamente necesitamos de los otros) puede llevarse bien si se hace consciente la necesidad de crear vínculos significativos, y en este caso, ello de algún modo suplanta a la pareja o la formación de una nueva familia.
Las personas solteras tienden más a desarrollarse profesionalmente (aunque también es importante recordar que la satisfacción laboral no lo es todo).
Hace poco un estudio apuntaba que la soledad prolongada es procesada por la mente como dolor físico, y si bien es obvio que soltería y soledad no son lo mismo, es importante cuidar la frágil barrera que las separa, procurar a los demás y buscar un óptimo sostenimiento espiritual o que trascienda al individuo.