Hay quien prefiere ducharse por la mañana para terminar de despertarse y empezar el día con más energía y vitalidad, mientras que otros optan por terminar la jornada con una ducha relajante como preludio a una apacible noche de sueño y descanso.
Las dudas en torno a con qué frecuencia deberíamos ducharnos resurgen cada cierto tiempo.
¿Una vez al día o dos? ¿Más de una ocasión si vamos al gimnasio? Según los expertos, ¿cada cuánto tiempo habría que hacerlo?
“No existe una regla oficial, la mayoría lo hacemos una vez al día por higiene y porque nos relaja.
Lo que hay que tener en cuenta es que las duchas frecuentes y largas, además de no ayudar al medio ambiente, deterioran el manto lipídico de nuestra piel, favoreciendo la sequedad de la misma, el picor y las dermatitis”, advierte Deysy E. Cieza Díaz, médico adjunto del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, en Madrid.
A esto Natalia Seguí, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), y dermatóloga de la Clínica Dermavalles de Barcelona, añade que la recomendación del dermatólogo para la población general (es decir, sin problemas cutáneos) sería ducharse una vez al día.
¿Cómo debe ser la ducha?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ducha debe limitarse a cinco minutos para que haya un uso sostenible de agua y energía (que no supere los 95 litros de agua de consumo medio diario), tiempo que los españoles excedemos.
Respecto al tipo de jabón, “lo importante para respetar la piel es utilizar un jabón neutro y sin perfume. Para mucha gente si el jabón no huele bien, ya no es un buen jabón. No consideran que están limpios si no huelen a perfume”, afirma Seguí.
Y es que utilizar demasiado, o de un tipo inadecuado no es un tema baladí para nuestra piel. Cieza Díaz señala que el principal impacto que tiene es la destrucción de las barreras protectoras de la piel (el manto hidrolipídico) y la apertura de puertas a distintos gérmenes.
“Los dermatólogos recomendamos utilizar una emulsión sin jabón o un aceite de ducha, que es lo que más me gusta personalmente”, continúa la portavoz de la AEDV.
“Se fabrican sin conservantes, sin parabenos y sin sustancias alergénicas. Estos jabones los puede utilizar todo tipo de piel, pero son necesarios en pieles secas o atópicas, ya que protegen la piel y aumentan el nivel de hidratación. Su fórmula ultra suave respeta el equilibrio cutáneo”.
¿Dónde está el límite entre higiene y sobre higiene?
Hay personas que, por temor al mal olor, a las bacterias, se duchan con demasiada frecuencia, y friccionan demasiado la piel. Pero las expertas insisten en que esto tiene consecuencias para nuestra piel.
“Las duchas tienen que ser con masajes suaves con la mano (no hace falta usar esponjas agresivas), agua tibia y cortas. Las zonas que producen mal olor, donde debemos incidir, son las axilas, ingles, genitales y pies”, recomienda Cieza, quien añade que las personas con piel atópica, al igual que los ancianos son los que más se van a beneficiar de duchas cortas, poco frecuentes, con agua tibia y no muy caliente.
La razón es que tienden a tener la piel más seca, con picores y dermatitis.
“En el caso de clima caluroso, acudir al gimnasio o realizar una actividad física intensa, se puede hacer una segunda ducha, pero utilizando jabón solo en las zonas que tienen mal olor o sudoración excesiva”, apostilla, Seguí.
Por último, en personas con tendencia acneica, es decir, piel grasa, se puede permitir ducharse o utilizar jabón con mayor frecuencia.
“Los jabones para piel acneica también tienen ingredientes específicos: anti bacterias, antiinflamatorios para limpiar las impurezas y reducir la producción de sebo”, concluye Seguí, quien aclara que no se puede prevenir el brote del acné por ducharnos.
El acné es una enfermedad de la piel con causa interna hormonal. El jabón ayuda, pero no es capaz de eliminar el brote.
Para ello es necesario ponerse en manos de un dermatólogo que es el que conoce mejor la piel”.