Luego de las festividades, enero parece ser más eterno que el resto de meses, algo que, a primera vista, podría parecer no tener sentido, pues muchos otros meses tienen 31 días.
El pensar que enero es ‘eterno’ no es algo innato del 2020. De hecho, en el 2018 se volvió viral la portada de la revista The New Yorker que, con una caricatura de Roz Chast ilustraba muy bien lo largo que puede llegar a sentirse este mes al que no le son ajenos las gripes, el clima frío, entre otros.
Y hay una explicación para un enero eterno
Las personas experimentan el tiempo de maneras distintas y hay varios factores que pueden influir en esta percepción.
Cuando se está entretenido y se pasa un buen momento junto con los seres queridos puede sentir que el tiempo ‘vuela’, mientras que si se siente solo o aburrida, parece pasar más lento.
Experimentos científicos han demostrado que una sensación de bienestar tiene efectos en cómo las personas sienten el tiempo.
¿Y diciembre?
Es por eso que para algunos, el mes de diciembre que es lleno de reuniones, encuentros con amigos cercanos y celebraciones pasa ‘volando’. Al contrario, enero es el mes de volver a la realidad.
Cada persona tiene en su interior un reloj biológico que está ubicado en el hipotálamo. Esta región del cerebro, a través de la liberación de hormonas, se encarga de regular, entre otras cosas, la temperatura del cuerpo, la sed, el hambre, el estado de ánimo, etc.
En declaraciones al portal Newsstatesman, Zhenguang Cai, quien realizó un doctorado en Psicología Experimental en el University College London y se especializa en la percepción del tiempo, dijo que “es posible que el reiniciar el trabajo luego de las vacaciones de Navidad lleve a mucho aburrimiento- comparado con la diversión que se siente durante Navidad, lo que puede llevar a tener la impresión de que el tiempo pasa más lento en enero”.
¿La dopamina?
La dopamina es un neurotransmisor que afecta la percepción del paso del tiempo y, por lo tanto, es la que influye en la visión subjetiva que se tiene sobre cómo enero pasa más lento que el resto de los meses.
Así lo demostró en el 2016 un equipo de científicos del Centro Champalimaud de Portugal que logró demostrar la relación que existe entre la actividad de la dopamina y la sensación del paso del tiempo.
Los investigadores, que publicaron sus hallazgos en la revista Science, analizaron la actividad neuronal en ratones a los que entrenaron para estimar si la duración del intervalo entre dos tonos era corta o duraba más de 1,5 segundos.
Tras meses de entrenamiento, los ratones podían estimar el intervalo de tiempo y si lograban dar con la respuesta correcta eran recompensados.
“Al estimular las neuronas, los ratones tendían a subestimar la duración. En caso contrario, inhibiéndolas, la sobreestimaban. Lo que demuestra que la actividad de estas neuronas por si misma puede alterar la percepción del tiempo”, explicó Joe Paton, el autor principal de la investigación.
Y aunque esta investigación llegó a una conclusión sobre los efectos de la dopamina en la percepción del paso del tiempo, hay otras áreas del cerebro que deben ser estudiadas antes de poder conocer más sobre cómo los seres humanos sienten los minutos, horas, días o meses.
Lo cierto es que no siempre se determinar con precisión cuánto tiempo ha transcurrido entre un punto A y un punto B y esto está influenciado por muchos factores.
Por ejemplo, cuando se le informa que debe esperar una determinada cantidad de minutos para recibir una mesa en un restaurante, este tiempo puede parecer más largo si usted está con mucha hambre, ha tenido un mal día o debe esperar solo.
Al contrario, el mismo tiempo puede pasar ‘en un abrir y cerrar de ojos’ si está con un grupo de amigos o encuentra algo con qué distraerse.
Y es que durante el mes de enero, las personas son muy conscientes del tiempo. En este mes se empiezan a pagar las deudas adquiridas durante la época festiva- de allí que el ‘día más triste del año’ sea el tercer lunes de enero- y en algunos países el invierno y los días cortos se sienten más pesados.