No puedo controlar mis impulsos sexuales y busco el placer intenso. Es es una de estas disfunciones en algunos varones es la compulsión de la búsqueda del placer sexual intenso.
Eso, por ejemplo, contiene todos los ingredientes de la adicción, y que quienes la padecen, suelen pasar muchos años de sufrimiento, atrapados en la angustia reprimida de un drama humano silencioso, antes de recibir ayuda, si es que la buscan.
Escapadas nocturnas, consumo de pornografía, trato con prostitutas, asiduidad a sitios de diversiones obscenas en búsqueda de aventuras sexuales, depresiones, cinismo y dureza de corazón.
Los estímulos eróticos tomaron el control de su sexualidad para ponerla en un primer plano de sus intereses.
Estas personas ponen en riesgo su estabilidad emocional, sus relaciones familiares y sociales, sus trabajo y sus medios económicos… Un impulso imposible de frenar les pone en la cuerda floja.
Es dura la expresión, pero necesariamente gráfica, decir que llegan a convertirse en ruinas: física, mental y moralmente.
Física y mental. Porque por la eyaculación, los hombres liberan sustancias químicas cerebrales como la norepinefrina, serotonina, oxitocina, vasopresina, óxido nítrico y la hormona prolactina. Estas substancias son necesarias para muchas funciones corporales y cuyo déficit por el abuso del sexo es muy perjudicial para la salud.
Moralmente. Porque se les escucha decir: “Quiero, pero no puedo” pero más bien se encuentran en el derrotismo de un “querer sin querer”.
Están enquistados en el yo diezmado y sin esperanzas por una soledad en la que, paradójicamente, la persona puede tener familia, amigos, compañeros de trabajo.
Se trata entonces de una enfermedad del cuerpo y del alma.
Por ello, es necesario hacerles comprender, que las enfermedades del alma donde se encuentran comprometidas la inteligencia y la voluntad, se encuentran ligadas a una identidad que Dios nos dio y siempre respeta, por lo que no las cura sin nuestra cooperación.
¿Qué hacer?
Admitir primero este grave problema y tener la voluntad de superarlo
Asimilar la información orientada a encauzar la conducta (desviada hasta ahora)
Sanar, con humildad y grandes esfuerzos, hasta recobrar la salud psíquica.
Es un arduo camino de superación. Se logra a través de la terapia en la que se identifican comportamientos o pensamientos poco saludables, para luego reemplazarlos por actitudes positivas que hagan el contrapeso psicológico necesario. Esto ayudará a adquirir la fortaleza indispensable para luchar a diario.
También, la humildad permite desarrollar estrategias para que no resulte tan sencillo ser arrastrados por la tentación.
Como el caso de alguien que, viajando por cuestiones profesionales, siempre llega a un mismo hotel, en el que procuraba ser conocido por los empleados, a los que les habla de su familia y les muestra nuevas fotografías en cada ocasión.
Otro, que en su teléfono traía la imagen de su esposa y se comunicaba con ella varias veces durante el día.
Alguien que, conociéndose, se abstenía de tomar alcohol o encender el televisor al encontrarse solo.
Y quien se propuso un plan de vida con apoyo espiritual.
Y más…
Para estas personas, la conquista de su auto dominio se funda en ir renovando propósitos prácticos de lucha, siempre interiorizados en sus nuevos valores.
Se trata pues de una lucha diaria por querer, saber y poder. Se actúa conforme a la verdad de que el cuerpo y el alma no son dos realidades separadas sino que forman una unidad.
Es cierto que vivimos en una sociedad hipersexualizada, que propone explícitamente el sexo hasta la extenuación, mientras evita hablar de compromiso, de relación emocional y de una sexualidad integrada.
Esta sociedad conduce necesariamente al abismo de la soledad, del vacío emocional y de las enfermedades mentales.
La solución pasa por poner toda nuestra naturaleza, nuestra inteligencia y voluntad al servicio del buen amor.