Repetir conversaciones pasadas, reflexionar sobre las elecciones o quedar atrapado en un túnel de escenarios de “qué pasaría si”, son algunos de los síntomas del pensamiento excesivo. Qué es y cómo controlarlo
La sobrecarga de información, la exigencia de realizar varias actividades a la vez y la acumulación de preocupaciones tienen nefastas consecuencias en el bienestar físico y psicológico y pueden acelerar la mente a una velocidad aterradora.
En la era digital, esto está pasando con una intensidad nunca antes vista.
El resultado es una velocidad espantosa y estéril de pensamientos, muchos pensamientos inútiles y una serie de consecuencias físicas y emocionales avasallantes.
El exceso de información y la intoxicación digital hacen que el “gatillo de la memoria” dispare muchísimo, y que abra un número espeluznante de “ventanas” (del archivo de recuerdos), sin anclarse en ninguna, por lo que el individuo pierde el foco y la concentración.
Un estudio encontró que el 73% de los adultos entre las edades de 25 y 35 piensan demasiado, al igual que el 52% de las personas de 45 a 55 años.
Curiosamente, la investigación ha encontrado que muchos pensadores excesivos creen que en realidad se están haciendo un favor al recorrer sus pensamientos.
Pero la verdad del asunto es que pensar demasiado es un juego peligroso que puede tener muchas consecuencias negativas para nuestro bienestar.
“Pensar es bueno; pensar con conciencia crítica es todavía mejor, pero pensar en exceso es una bomba contra la calidad de vida”, sostuvo en diálogo con este medio el reconocido psiquiatra, investigador y escritor Augusto Cury.
5 síntomas del pensamiento excesivo
Aparece el llamado “parálisis de análisis”
Pensar demasiado crea tantas opciones y escenarios que terminamos sin poder tomar una decisión.
El concepto llamado parálisis de análisis consiste en pensar en posibles consecuencias que pueden no suceder, pero simplemente preocuparse por ciertos resultados que pueden paralizarnos o congelarnos para que no tomemos medidas.
Disminuye la creatividad
Otro estudio que publicó la revista Scientific Reports descubrió que cuando ciertas partes del cerebro y procesos cognitivos están tranquilos, somos más creativos.
Pensar demasiado, lo que puede conducir a una “rutina mental”, como señala el estudio, puede hacer que nos quedemos atascados y sin ideas o nuevas soluciones.
Si bien pensar demasiado puede generar ideas nuevas y frescas, también puede ser contraproducente y crear obstáculos mentales que hacen que sea un desafío pensar fuera de la caja.
Y un estudio de la Universidad de Stanford llegó a la misma conclusión.
Mientras estaban conectados a las máquinas de imágenes por resonancia magnética (IRM), se les pidió a los participantes que dibujaran una serie de imágenes, algunas fáciles de ilustrar y otras difíciles.
Cuanto más difíciles eran las imágenes para dibujar, más tenían que pensar los participantes y menos creativos eran sus dibujos.
Por otro lado, cuanto menos pensamiento involucraba, más creativos eran los dibujos.
En resumen, pensar demasiado parece poner un límite a la creatividad.
Caen los niveles de energía
Se necesita mucha energía mental para pensar demasiado. El cerebro generando tantos pensamientos y escenarios diferentes que realmente no van hacia nada productivo.
La energía mental sin ningún tipo de salida física puede hacer que sea fatigante y que nos sintamos agotados porque pasamos mucho tiempo en nuestra propia cabeza.
Cuando pensamos demasiado y nos estresamos, nuestros cuerpos producen cortisol, la hormona del estrés.
Con el tiempo, esa liberación constante de cortisol puede agotarse y causar agotamiento.
Aparecen problemas para conciliar el sueño
Muchos pensadores excesivos luchan para conciliar el sueño, revolviendo pensamientos en lugar de relajarse y dormir un poco.
El cuerpo necesita entrar en un estado de calma para dormir: el ritmo cardíaco debe disminuir, al igual que la presión arterial y la respiración.
Analizar en exceso puede ser excitante, especialmente cuando los pensamientos son acelerados y esto puede sacarnos del estado calmante en que el cuerpo necesita estar para dormir.
Cambia el apetito
Pensar demasiado puede tener un profundo impacto en el apetito de las personas.
Para algunos, puede suprimir el apetito, y para otros, puede aumentarlo, lo cual es más común.
Los especialistas sostienen que la gente lo hace para distraerse o incluso tranquilizarse.
Muchas personas tienden a ir por las cosas más sabrosas y poco saludables cuando están estresadas, y por eso existe una razón por la cual los alimentos ricos en grasas y azucarados se llaman “alimentos reconfortantes”.
Además, el cortisol, esa hormona del estrés de la que hablamos anteriormente, aumenta el apetito junto con la motivación para comer, según la Universidad de Harvard.
Cómo controlar la tendencia a pensar demasiado
Las consecuencias emocionales, intelectuales, sociales y físicas del pensamiento acelerado son enormes.
Y aunque no siempre se manifiestan en el presente, con certeza aparecerán en el futuro.
El aceleramiento intenso de la construcción de pensamientos predispone, entre otras cosas, a la insatisfacción crónica, el retraso de la madurez emocional, el desamparo emocional y el desarrollo de trastornos psiquiátricos, a enfermedades psicosomáticas, compromete la creatividad y el desempeño intelectual global, deteriora las relaciones sociales y dificulta la capacidad para trabajar en equipo y cooperar socialmente.
“En esta sociedad estresante, rápida y agitada no es fácil resolverlo por completo. Pero, si no fuera posible eliminarlo, los seres humanos necesitamos y debemos administrarlo y para hacerlo, ser libre para pensar, pero no esclavo de los pensamientos, poder administrar el sufrimiento anticipatorio y depurar la mente a través de la técnica del DCD (dudar, criticar y determinar) es clave”, sostuvo el especialista.
Dentro de los puntos más importantes para prevenirlo, aprender a gestionarlos es uno de los principales.
“Uno no puede dejar que la mente piense lo que quiere cuando quiere, ni sufrir o preocuparse por anticipación. La mente es un vehículo y desafortunadamente la gran mayoría de los seres humanos no aprendieron nada sobre manejar los pensamientos”, concluyó Cury.