En el escenario del Discotheque Orfeón a Go-Go, decorado con siluetas de adolescentes bailando, un muchacho de apenas 17 años, de nombre José Sosa, interpreta el hit “El mundo”, que había hecho famoso a escala mundial el italiano Jimmy Fontana.
A primera vista, lo que más llama la atención es su delgadez, disimulada por un traje impecable, el rostro enjuto y un par de orejas prominentes.
Cuando empieza a cantar todo cambia. Su voz lo copa todo, endulza, fluye sinuosa con una entonación perfecta, dueña de un registro amplísimo, de un timbre que, al cabo de más de medio centenario, es ya inconfundible, sinónimo del más tierno y cruel romanticismo, de la rebeldía tanto como de la tristeza y el desamor.
Parece imposible que ese muchacho, de gestos cadenciosos y ojos entreabiertos, tenga tal vozarrón.
El público invitado a la grabación del show musical –uno de los pioneros de su género en la televisión mexicana– aplaude vivaz, se deja llevar por un juego de seducción que continúa hasta hoy, y termina por ovacionarlo de pie.
Acaba de nacer al mundo del espectáculo el incomparable José José, el Príncipe de la Canción.
José Rómulo Sosa Ortiz proviene de una cuna musical: su madre, Margarita Ortiz Pensado, fue concertista de piano y su padre, José Sosa Espinel, un talentoso tenor de ópera.
A pesar de ello, el pequeño no podía acercarse si quiera al piano de la casa, porque el padre, neurótico y alcohólico, se lo tenía prohibido; no quería hijos músicos y, peor todavía, cantantes populares.
Por eso no fue sino hasta 1963, cuando su padre abandonó el hogar, que El Triste –ya con 15 años– se sintió libre para formar un trío y dedicarse a cantar.
Al inicio José “Pepe” Sosa se presentaba con su nombre real, con el cual grabó apenas dos discos sencillos con cuatro canciones, entre ellas “El mundo”, que no tuvieron mayor resonancia.
Por entonces, exhibía también su pasión por el jazz y el bossa nova –el artista domina el contrabajo, la guitarra, el piano y el bajo– con una agrupación llamada Los PEG (suma de las iniciales de sus tres integrantes), cuyos sonidos estuvieron presentes a lo largo de su carrera, en algunos de sus discos más notables.
A partir de 1969
El artista comenzó a presentarse como José José, un pseudónimo que mezcla su nombre de pila con un homenaje a su padre, muerto un año atrás.
Así lanzó su primer éxito: “La nave del olvido”, que marcó su trayectoria definitiva como cantante popular.
Luego vendría su celebérrima presentación en el II Festival de la Canción Latina (predecesora del Festival OTI) con la que se consagró como uno de los más grandes baladistas en habla hispana.
Fue el 15 de marzo de 1970 en el Teatro Ferrocarrilero del Distrito Federal: apareció con pantalón y camisa de vuelos negros, y una chaqueta gris verdosa de botones cruzados, cuyo corte recuerda al traje de El Principito, aunque esto no tenga que ver con su mote más conocido.
José José interpretó “El triste” con soberbia técnica y soltura escénica, con la voz potente y clara, afinación exacta incluso en las notas más altas y sostenidas, y, a pesar de que solo logró el tercer lugar en el concurso, la ovación del público –incluidos cantantes profesionales y celebridades– resonó desde el primer coro y duró varios minutos al final, por encima del sonido envolvente de la orquesta; todos de pie batiendo palmas, fanáticas trepadas a la tarima para abrazarlo y besarlo entre una llovizna de claveles.
En los videos de entonces, se puede ver que recibe el aplauso febril con humildad y satisfacción, con esa sonrisa bonachona que ha mantenido cada vez que sube a un escenario.
Ese fue, sin duda, el momento que lo catapultó a la fama y al éxito internacionales, al reconocimiento y escrutinio públicos permanentes, a las giras interminables, a los aeropuertos y conciertos casi a diario, con un trajín excesivo para su voz y su mente: la primera se fue debilitando hasta obligarle a parar y a someterse a tratamientos e intervenciones quirúrgicas; y la segunda de a poco se fue refugiando en las drogas, sobre todo en el alcohol, la cocaína y los corticoides, cuyo consumo desencadenó en él terribles episodios de depresión y hasta intentos de suicidio.
Todo esto, por cierto, lo dejó más a expensas de los buitres de la industria que lo esquilmaron hasta el límite.
Sus mayores éxitos
Entonces los hits sobrevinieron en cascada. Uno tras otro récord de ventas cayó a sus pies emocionados; canciones como ”Es que te quiero”, “El Príncipe” (que le valió su más famoso sobrenombre) o “Todo es amor”, le hicieron merecedor a su primer Disco de Oro (1970).
“Gavilán o paloma”, “El amar y el querer” o “Amor, amor”, del productor y compositor español Rafael Pérez Botija; “Lo pasado, pasado” y “Volcán”, del inigualable Juan Gabriel; “Almohada”, de Adán Torres; “Si me dejas ahora” o “Insaciable amante”, del ibérico Camilo Sesto; “Lo dudo”, “Voy a llenarte toda” o “Lágrimas”, del afamado Manuel Alejandro; “40 y 20” o “Así de fácil”, del argentino Roberto Livi, entre otros éxitos mundiales, le han conseguido
un total de 67 discos de Oro y 41 de Platino, para un total de 250 millones de discos vendidos alrededor del planeta.
Vida turbia
La turbulenta vida del “rockstar” José José se llevó por delante su matrimonio con la actriz mexicana Natalia “Kiki” Herrera (entre 1968 y 1974) y con Ana Elena Noreña (entre 1974 y 1992), con quien tuvo sus dos primeros hijos y cuya ruptura estuvo aupada por el fraudulento manejo de sus ganancias por parte de un manager y su cuñado.
Sin embargo fue con Sara Salazar (en 1995) que encontró el apoyo y sosiego para sobreponerse tanto a la terrible situación económica y tributaria que atravesaba su carrera como a sus adicciones, para lograr –por fin– la estabilidad emocional y la solidez financiera que siempre buscó y que apenas a finales de los noventa, en el ocaso de su carrera, consiguió. Con ella procreó, además, su tercera hija, Sara.
Como todo ídolo de la época, José José fue también galán de pantalla (estrategia común para promocionar artistas y sus discos, a falta de videos musicales), y ha sido parte de un total de 12 películas y 15 series y programas de televisión, hasta hace poco, dándose a conocer a nuevas generaciones y nuevos públicos, más allá del mundo de la balada popular.
Éxito tras éxito, homenaje tras homenaje, el Príncipe de la Canción ha grabado duetos y contribuciones con varios de los más connotados intérpretes de la canción latinoamericana y mundial, entre los que vale mencionar a Plácido Domingo, Celia Cruz, Julio Iglesias, Vicky Carr, Libertad Lamarque, Pedro Vargas, Marco Antonio Muñiz, Angélica María, Armando Manzanero, Enrique Guzmán, Lani Hall, José Feliciano, Roberto Carlos, Paul Anka, Yani, Raúl Di Blasio, Gilberto Santa Rosa, Natalia Lafourcade, Lila Downs o Pablo Milanés. Todo un lujo, o varios, como se prefiera.
JOSÉ JOSÉ, EL PRINCIPE DE LA CANCIÓN – SERIE
En enero de 2018, meses antes del éxito de Luis Miguel, la serie, los estudios TeleMéxico produjeron para Telemundo José José, el príncipe de la canción, un seriado de 60 capítulos sobre la vida y trayectoria de El Triste, que se puede ver ahora a través de Netflix.
La serie, de corte telenovelesco, es narrada por el propio artista e interpretada por el conocido actor mexicano Alejandro de la Madrid quien, por cierto, no canta. La voz, de timbre bastante parecido al original, pertenece a Brayan Fanier Álvarez, de 27 años, más conocido como Manuel José, el presunto hijo colombiano de José José, producto de un affaire durante una gira a inicios de los años noventa.
Un sentimiento parecido a la nostalgia
Si el as de la moneda son el éxito abrumador y su presencia interminable en el imaginario popular iberoamericano, el envés sería el deterioro progresivo de su salud.
En efecto, la carrera del Príncipe de la Canción estuvo signada tanto por la explotación de terceros como por los excesos propios, por una salud resquebrajada tanto como por una capacidad sorprendente de recuperación.