El día de hoy, estamos de luto. El maestro Oswaldo Viteri falleció, un hombre cuya obra ha marcado la pintura ecuatoriana. Aquí, compartimos la entrevista que le hicimos en 2015.
Viteri nació en Ambato. Desde niño comenzaba a realizar trazos y líneas que con el tiempo se consolidaron en un estilo propio e irrefutable. Cuando su edad no sobrepasaba los tres años, Oswaldo Viteri recuerda cómo el periódico que su padre leía en la sala de su casa, les impedía mantener contacto visual entre ellos. César Enrique Viteri, su padre, se sentaba en un gran sillón, y él, Oswaldo, desde el piso con un lápiz en mano, rayaba los bordes de los diarios que César entregaba a su hijo cuando terminaba de leer.
Su juventud la vivió en Quito, en el internado del San Gabriel. Tras su graduación, en una época donde el arte se aprendía de forma particular y autodidacta, Oswaldo decidió estudiar arquitectura, una carrera de la cual fue profesor por treinta años. Sin embargo, su pasión por el arte hizo que nunca lo abandone y busque la forma de poder expresarse a través de la creación de una gran obra artística.
Maestro, desde infante, usted ya encontraba en el dibujo una forma de expresión.
Efectivamente, y así ha sido hasta la actualidad. Tal es el caso que aún conservo un documento que me fue entregado en primer grado de la escuela, en ese certificado está escrito que mi profesor recomienda “a los padres del niño Oswaldo Viteri que le estimulen en la materia de dibujo porque muestra grandes aptitudes”.
¿Cómo fueron sus inicios?
En el Colegio San Gabriel había personas provenientes de todas las provincias y uno de ellos era Gastón Ramírez de Cuenca. Él se fue a estudiar arquitectura en Estados Unidos y durante unas vacaciones que pasó en Quito, nos encontramos y me comentó que en la ciudad había un pintor holandés llamado Jan Schreuder a quien iba a entrevistar para la universidad de Estados Unidos. Me propuso que lo acompañe y así lo hice. Poco tiempo después, conjuntamente con otras personas, comencé a tomar clases con Jan Schreuder.
¿Qué recuerda de aquellas clases?
En ese entonces, usaba papel periódico como lienzo y realizaba dibujos con modelo desnudo. Posteriormente, conocí a Lloyd Wulf, un hombre enigmático proveniente de Norteamérica, y con quien continué tomando clases. La modelo a quien dibujaba en ese tiempo se llamaba Lolita. Recuerdo que en un inicio realizaba muchos dibujos de ella, pero estos no transmitían fuerza ni pasión, no había una subjetividad presente. Entonces, Lloyd Wulf me dijo “Oswaldo, hagamos una cosa, lleve a Lolita al baño y haga que se duche. Mientras lo hace, dibújela”. Tras hacer lo que me dijo, mis dibujos cambiaron totalmente.
¿Por qué?
Había dibujado tantas veces a Lolita que ya no la veía como un ser humano. Pero cuando estuvo en el baño, volvió a ser un ser humano y mis dibujos comenzaron a estar cargados de energía y vitalidad. Esa enseñanza, fue trascendental en mi vida, y es algo que me ha servido no solamente en el arte, sino en todo aquello que he hecho.
Además, todas esas experiencias son cosas que nunca olvidaré por su carga emocional. Un día, Lolita me visitó y me dijo “Oswaldito, yo le tengo mucho aprecio a usted y quiero que conserve estas fotos para que las tenga de recuerdo”. A los dos meses, recibí una llamada de la hija de Lolita quien me dijo que su madre había muerto.
¿Aún posee algún dibujo de Lolita?
Todavía tengo algunos dibujos en papel periódico que hice de ella.
¿Qué simboliza una mujer desnuda?
Es un ser humano que vive y siente. En la pintura se marca una relación tan interesante y fuerte que uno llega a vibrar por las emociones que florecen en uno, por lo cual es importante encontrar esas líneas sensibles para plasmarlas. Cuando una línea sale muy rígida o muy dura, hay que repetir y cargarle con sentimiento como si se estuviera pasando la mano sobre la piel.
¿Cree que hay una edad para dejar de aprender?
Nunca. De hecho en la actualidad, estoy aprendiendo a tocar guitarra.
¿Qué música le gusta?
El flamenco, el tango (el cual lo bailo muy bien) y los pasillos.
¿Con quién aprendió a bailar tango?
Al inicio, aprendí por mi cuenta. Después iba al Café Libro y bailaba ahí.
¿Sus platillos favoritos?
Me gusta el Coq au vin, un plato francés que lo he podido degustar en Le Procope, el restaurante más antiguo de Paris. También disfruto del Puchero, una sopa tradicional de Ambato.
Su casa es un museo, en el que se pueden encontrar una impresionante colección de obras de arte, ¿Cómo comenzó?
Empecé con dos pequeños arcángeles del siglo XVIII que pertenecieron a mi bisabuelo, y poco a poco comencé a buscar, recolectar y recibir diferentes piezas de arte que datan desde la época precolombina hasta la actual. Esta es una casa que mantiene sus puertas abiertas a los visitantes.
¿Cuáles son las piezas que más atesora?
Los arcángeles de mi bisabuelo, pueden existir piezas de mayor valor o historia pero esos arcángeles son una belleza.
Conozco que una de sus pasiones es la tauromaquia.
Ciertamente, porque es mucho más que estar presente en una plaza de toros, es conocer y vivir su historia y cultura que la rodea. En Ambato, a la edad de ocho años, uno de mis más gratos recuerdos fue con la presencia de Jorge Carrera (comentarista taurino y pariente mío) quien me llevó a la plaza La Macarena donde vi torear a César Vallejo, un momento que nunca olvido. También he visto torear a Félix Rodríguez, Cayetano Palomino, Paco Camino, Javier Conde, Víctor Méndez, entre otros.
¿Cuál es una de las partes del mundo que lo ha cautivado?
Italia, en especial Florencia. Donde, en la célebre Galleria Degli Uffizi se encuentra un autorretrato mío.
¿Su lugar favorito en Florencia?
La Piazza della Signoria donde se toma el mejor cappuccino del mundo y se puede disfrutar de unos helados fabulosos.
¿A Quién quiere Oswaldo Viteri?
A mi esposa Martha Reyes, a quien le debo mi vida. Y a mis hijas.
Con su esposa, usted debe mantener un lazo muy fuerte.
Hasta el día de hoy, en la cabecera de nuestra cama se encuentra enmarcado el papel con su número de teléfono que me lo dio cuando la conocí.
¿Cómo se conocieron?
Había pasado algún tiempo desde mi primer divorcio, una unión de la cual nació mi hija Ana María. Me encontraba en Quito, caminando en la calle Chile y ahí fue donde vi a Martha por primera vez, fue un momento en que me quedé alucinado.
Un día, entré en una librería localizada en la calle Venezuela y resulta que Martha también se encontraba ahí. Me presenté ante ella y le pedí su número de teléfono; le dije quién era y que deseaba pintarle un retrato. Pasó el tiempo, nos conocimos más y ella se convirtió en la mujer de mi vida con quien tengo tres hijas Carmen, Iliana y Maribel.
¿Cuáles son las personas que han influenciado en su vida artística?
Paco Camino en una ocasión me invitó a Madrid. Allí, llegué al departamento del artista Manuel Viola donde conocí a Maryan (un pintor judío polaco que fue herido cuando era joven pero sobrevivió), con quien mantuve una gran amistad. Con él mantuvimos largas tertulias y gratos momentos y puedo afirmar que mi pintura se ha visto fuertemente marcada por su influencia.
¿Qué es la vida?
Para mí, la vida es libertad. Sin libertad no hay vida y sin libertad no hay arte.