Tras una caída en cámara lenta en las elecciones de noviembre de 2020 que dieron como ganador al demócrata Joe Biden, el aún presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se ha visto sin respaldos políticos en las instituciones y en las calles. Solo, el presidente derrotado en las urnas por número de votantes y número de colegios electorales, pretendía jugar sus últimas cartas mediante jueces que reclamaban el voto en los colegios y, finalmente, con la presión al actual vicepresidente Mike Pence con el objetivo de bloquear la certificación del presidente electo por el congreso americano.
Tomarse las elecciones por otras vías ha sido la pretensión de Trump pero Pence le ha dado la espalda. En un momento en que Trump parece quedarse completamente solo, la respuesta de Pence ha sido el bofetón final a las patadas de ahogado del presidente saliente.
Con gestos sin precedentes en la política norteamericana, Trump se ha negado por todos los medios a admitir la derrota y el triunfo de su rival demócrata Biden, lo que supone infligir un daño profundo a las instituciones de la mayor democracia del mundo. Pence se ha respaldado en la opinión de la Oficina del Abogado de la Casa Blanca para darle su diplomático pero rotundo no a Trump, algo así como una consulta al asesor jurídico del Ejecutivo en el caso de los Estados Unidos. También el asesor parlamentario del Senado ha dado a Pence su respaldo jurídico para negarse al intento de desvío del proceso por parte del saliente Trump. Por todos los costados, Donald Trump ha quedado acorralado.
Pero la derrota de los republicanos por obra de la gestión del presidente Trump no queda ahí: estos momentos se hallan en disputa dos escaños del Senado en el estado de Georgia que, de ser ganados por los demócratas, conduciría a un empate en esa instancia entre los dos partidos. Cuando ello ocurre en los Estados Unidos, el personaje llamado a romper el desempate en la cámara alta es el vicepresidente que, en este caso, es otro demócrata: la representante de la llamada nueva izquierda estadounidense, la carismática Kamala Harris.
La negativa de Pence al presidente Trump ha ocurrido, además, en vivo y en directo, en una cena privada convocada para el tema. A fin de cuentas, el papel de la ley se impone de nuevo en los Estados Unidos pues, aunque Pence hubiese querido inclinar la balanza a favor de Trump con la maniobra, las normas se lo impedirían. Sin embargo tampoco Pence sale de la encrucijada bien librado del todo: los republicanos han considerado que su papel no es más que «ceremonial», lo que entre nosotros se llamaría “un saludo a la bandera”. ¿Crisis democrática en el imperio?