El mundo tiene una gran particularidad. Cuando muere un artista, automáticamente se convierte en algo mejor y la cantidad de fans enamorados se incrementa. Lo más interesante, es que años después de su muerte, cuando se realiza una película o documental en su honor, casualmente, el gusto y afinidad por dicho artista se multiplica casi exponencialmente. Este es un fenómeno que viene argumentado por la era de la inmediatez digital, todos nos enteramos al instante y cada gran evento se convierte en una sensación mundial. Si nos detenemos a pensar por un momento en qué hubiera pasado si Mozart o Bach murieran en nuestra época, nos daríamos cuenta de la cantidad de eruditos de la música clásica que viven a nuestro alrededor. Parece material para un meme, lo sé, pero algo hay que agradecerle a este fenómeno, porque desde el 24 de octubre de este gran año, en las listas de Spotify la banda más escuchada es Queen, quitándole el trono a lo trendy. ¡Vaya.!
Al César lo que es del César.
Esto no sería posible sin la virtuosidad de algunos de estos increíbles músicos, hablando específicamente de Freddie Mercury que es con quien tenemos una de las deudas de gratitud más grandes. Frontman, cantante, pianista, guitarrista, compositor, músico y artista, si es que queremos enumerar lo que él fue, porque no se puede juzgar al hombre por su sexualidad, sino por la profundidad de sus motivaciones. Y en ellas, la riqueza es prácticamente infinita. Pero vamos desde el inicio, ¿quién era realmente?
Bien, Mercury nació el 5 de septiembre de 1946 en Stone Town, una parte de la ciudad de Zanzíbar, al este de lo que hoy se conoce como Tanzania y que en su momento fuera un protectorado británico. No, no se llamaba Freddie, su nombre de pila era Farrokh Bulsara. De padres y ascendencia parsi, practicaba la religión zoroástrica aunque en realidad no era muy religioso, por lo que no sería casualidad que un sacerdote zoroástrico dirigiera su funeral.
De pequeño, le decían Freddie y así se mantuvo un buen tiempo, formó bandas desde joven y su gusto musical era innegable. En los años sesenta, se estableció en Inglaterra donde estudió arte y diseño gráfico, espacio que le permitió conocer a quienes años después serían sus socios musicales. Algo que pocos saben, es que, además del nombre de la banda, fue él quien diseñó su logo, poniendo especial atención a los detalles en este escudo de armas que se lanzó como portada de su primer disco, que llevara el mismo nombre de la banda. Tenía elementos representativos de todos, como los signos zodiacales de los miembros: dos leones y un cangrejo, y él, se representó a sí mismo con dos hadas. Y es que así era Freddie, creador impensado de cosas tan importantes como banales, un ejemplo de esto es el micrófono sin base que inventó por casualidad y que usó en todos sus conciertos después de que se le rompiera en pleno show, gimmick que hasta hoy, usan grandes cantantes del mundo.
Ahora hablemos de su verdadero legado, la música.
En 1968, después del llamado de May y Staffel, formaron la banda Smile. Staffel se fue en 1970 y es ahí cuando Freddie propone cambiar el nombre a Queen, lo demás es historia. Una gran historia. Podríamos quedarnos hablando de sus grandes álbumes o entrar en detalle con cada una de sus canciones, pero es mejor hablar de lo que él hizo por la música.
Valíendose de recursos clásicos y eternos como la ópera, incluyendo fragmentos filarmónicos generó una cultura transformacional de lo que los jóvenes escuchaban en la radio, proponiendo al artista como algo más que un intérprete vocal o instrumental. Sus notas a capella eran tan sólidas como las guturales, incluyó versátilmente el uso de sinfónicas en las que lo que valía realmente, era mostrarse transparente ante un público que no podría soportar abiertamente una posición de género como sucede hoy en día.
Convirtió el glam en algo propio y lo transformó a su modo para ser, almenos en el escenario, quien era realmente. Nos indicó con gran honestidad lo que habitaba en su interior con canciones como “I Want to Break Free”, pero también nos dejó ver su gran capacidad como músico con “Bohemian Rapsody”, una muestra de su amplio repertorio creativo en el que pudo mezclar con una métrica perfecta y cambios de tempo desconocidos para el pop-rock de la época, recursos que nadie había utilizado.
Ópera, capella, rock, balada y unas inflexiones vocales dejaron ver el tenor detrás del barítono que vivía en él, aunque todo esto se puede entender un poco mejor en la película. Esta es una historia tan emocionante como triste, que terminó antes de tiempo y por razones que no tuvieron que ver con la condición de ser una estrella del rock, como las drogas o el alcohol, sino con la mala suerte de ser lo que se es.
Nos dejó con un gran vacío el 24 de noviembre de 1991, con solo 45 años su herencia para el mundo es tan vasta que hoy es sinónimo de transformación cultural e inspiración de musicos, generaciones y sociedades. Porque la atemporalidad de su creación es tan profusa como extensa, una que trascendió la música y fue siempre más allá de un álbum o un escenario, pues al mostrarse sin máscaras, generó un gran impacto en la sociedad, dándole voz a quienes no la tenían, avivando el fuego de una gran discusión sobre los prejuicios y, sobre todo, dejando un mensaje de tolerancia que hasta hoy cala en lo más profundo de nuestra cultura.
Freddie Mercury fue un revolucionario, que hizo lo que millones sueñan pero nadie se atreve.