Por Mauricio Galindo
“Cuando era niño no teníamos hambre, teníamos mucha hambre”, Ibrahimovic
Rivelino, el eterno 10 brasileño, dijo “El talento no se adquiere en los entrenamientos, es de elegidos” uno de esos elegidos es el sueco Zlatan Ibrahimovic. Nacido en Malmoe, Suecia, hijo de padre bosnio y madre croata, exiliados de la crisis económica yugoeslava, pensaban reconstruir su vida en Escandinavia. No pudieron, los Ibrahimovic se separaron, comenzando el calvario de sus 5 hijos. Zlatan era tímido y bulleado, se dedicaba al taekwondo y el fútbol, solo asistía al colegio, para comer. A los 13 años decidió ser futbolista, en el club de su ciudad. Debutó en 1999 año que el equipo, descendió por primera vez. En segunda fue goleador, se veía que se convertiría en grande, el segundo mejor jugador sueco de la Historia.
Privilegiado 1,95 de estatura y 95 kilos, técnica envidiable y gran elasticidad; conjuga la letalidad de Cristiano, mucho de la técnica de Messi y lo acrobático de Hugo Sánchez. Sus mejores goles son unas extrañas chilenas que nos recuerdan a sus golpes del Taekwondo. Jugó en 4 de las cinco grandes ligas europeas, tiene más 550 goles y 31 títulos oficiales. El Arsenal, lo pidió para una prueba. Ibracadabra, su apodo, dijo que él no estaba para pruebas. En 2001 el Ajax Amsterdam, la gran cantera del fútbol europeo, lo acogió y les dio esta frase “Soy un jugador alto, con pies técnicos” La descoció, 2 ligas, 2 copas y una supercopa. En 2004 la Juventus de Turín lo requirió.
Ganó en la “Vecchia Signora” 2 ligas, convirtiéndose en letal, pero llegó la obscuridad. El escándalo de apuestas de Italia en 2006, despojó a la Juve de esos campeonatos. Zlatan marchó al Inter Milán, tricampeón hasta el 2009, y goleador en el mismo año con 25 goles. Pasó al Barcelona, su etapa más obscura. Canjeado por Samuel Eto, sufrió los problemas que antes tuvo el camerunés, el de un dúo: Guardiola entrenador, Messi estrella que no admitían que nadie más que el argentino, brillase. El recio carácter del escandinavo no lo admitió, llevándolo de nuevo a Italia, y al gran amor de su vida futbolística: el AC Milán.
Jugó en los 3 grandes de la bota, en todos fue estrella, pero es en Il Diavolo, donde encontró su lugar en el Mundo. Es ídolo junto a los Rivera, Schiaffino, Maldinis padre e hijo, Pirlo, y a quién le precede como mejor jugador sueco: Gunnar Nordhal, máximo goleador del Milán y oro olímpico en 1948, único campeonato de Suecia, lo que precisamente nunca logró el de Malmoe. La selección fue su gran pendiente. En el Rossonero fue campeón, en el 2010, la última vez. 2012 pasó al Paris SG, por 170 millones de USD y 14 millones anuales de salario; conquistó 4 títulos, 3 copas, 3 supercopas y más de 150 goles “Llegué como un Rey, me voy como una Leyenda” lanzó al enrumbarse a Inglaterra. En 2018, pasó al Manchester United, ahí una lesión lo alejó de las canchas. Recuperado, por decisión propia, decidió irse a la MLS. Su lapidaria frase luego del periplo en California, resume su carácter “Vine, miré, conquisté. Gracias LA Galaxy por hacerme sentir vivo otra vez…querías Zlatan, te di Zlatan. De nada. La historia continúa… Ahora vuelvan a ver béisbol”
En 2019 volvió al Milán, y comienza su verdadera Leyenda. El Club vivía del pasado, necesitaba un referente: Zlatan, su nombre significa de oro, llegó para serlo. Luego de un comienzo dubitante, a los 38 años justificó su contratación. Con Ibra reverdeció el 7 veces campeón europeo, 23 fechas invictos. Por sus botines pasa la magia; su arrogancia se convirtió en sabiduría; es el gurú de un grupo de jóvenes. Donnaruma es seguro, Hernández una bala, Calhanoglu un crack, Kessié un roble y la ciudad de la Moda “Se rinde ante su Dios” como se autoproclamó cuando Romelu Lukaku, delantero del Inter, dijo que él era el rey de Milán.