Como es de todos conocido, la política de Trump frente a los migrantes ha sido dura y restrictiva desde el inicio de su mandato… hasta que llegó la pandemia. En un momento en que los Estados Unidos se convierte en el epicentro del contagio mundial y Nueva York toma un aspecto sombrío al requerir más directores funerarios que cualquier otro perfil, la necesidad de cooperación humanitaria ha llevado a Trump a dar su brazo a torcer en la materia.
Se habla de los médicos extranjeros llamados a cooperar en la gran crisis humanitaria que viven los Estados Unidos para atender en hospitales abarrotados y servicios de emergencia. A esos profesionales el Estado americano los urge a regularizar el trámite de sus visados en sus consulados de origen. Pero no solo en el ámbito médico se ha desatado el ajetreo por incorporar deprisa a los migrantes tan necesarios en el enfrentamiento de la crisis de salud sino en el campo donde se producen los bienes de subsistencia para una población de casi 330 millones de habitantes. La recolección de cosechas en manos de indocumentados, “espaldas mojadas”, como se les llama, ahora se ha convertido en tarea de “esenciales empleos”.
La actitud revela la mirada de corto alcance de la administración, también a este respecto. No se tomó en cuenta la perspectiva general del aporte de los migrantes en la economía norteamericana de conjunto. Si el eje era el nacionalismo y la protección de la casa, Trump parece haber olvidado que la casa incluía ya a los migrantes. Incluso estos momentos las contradicción son flagrantes: mientras se expulsa a los indocumentados en las fronteras americanas, se los protege en el campo donde su fuerza de trabajo se hace menos que indispensable. En unos Estados Unidos que ya comenzaban a sentir el peso del desempleo, se suma el factor Covid-19 que se extiende como un fantasma que amenaza al empleo en todo el mundo. La presión también se ejerce en el sistema de prestación por desempleo al que 1 de cada 10 millones de trabajadores de todo el país ya ha acudido entre marzo y abril.
“Queremos que vengan”, dijo Trump el primero de abril, en relación a los braceros del campo. “No estamos cerrando la frontera para que no pueda entrar toda esa gente. Han estado ahí años y años, y he dado mi palabra a los granjeros: van a continuar viniendo”. Lo que ha terminado por partir las aguas en la política migratoria de corta visión de Trump ha sido una pandemia. Al parecer su vehemencia política no le ha permitido tener una visión de largo plazo. La crisis del coronavirus en todas sus facetas lo está mostrando. ¿Qué deberá venir en el corto plazo a las puertas de las elecciones de noviembre?