El divorcio está a la orden del día y la familia Gates no es la excepción. Al hombre más rico de la Tierra por haber creado su emporio sobre la base de la tecnología de los computadores le ha caído la separación de Melinda Gates en plena era del feminismo. Se dice que uno de los antecedentes para la quiebra del matrimonio fue la revelación en 2019 de que Bill mantenía una gran amistad con Jeffrey Epstein de quien se ha denunciado su pedofilia. Esos días, Melinda Gates habría hecho las primeras consultas con sus abogados para enfrentar una posible separación.
Epstein es un financista que ha incurrido en el gran pecado de la pedofilia y al parecer esa cercanía quitaba el sueño a la señora de Gates. Pero en cuestión de divorcios nunca se sabe, ni los motivos, las reacciones y peor los finales. Lo que se puede afirmar es lo concreto: los grandes rotativos de los negocios y la vida pública al estilo de The Wall Street Journal han revelado que la esposa había consultado a sus abogados desde esa fecha, es decir, la operación ha tardado dos años en ponerse en marcha. La justificación emocional no estuvo ausente. De acuerdo con ella, para esos días, su matrimonio estaba “irremediablemente roto”.
Melinda Gates hoy tiene 56 años y ha ejercido para bien del mundo la filantropía. 27 años ha durado su matrimonio con el magnate de los ordenadores, el hombre que dio al planeta un rostro capaz de definirse de un plumazo y con una sola denominación: Windows. Las ventanas que abrió Gates con la revolución que hemos vividos los últimos treinta años parecen cerrarse para él con la participación por la mitad en este divorcio multimillonario que tiene al mundo en vilo. Según se cuenta, Epstein fue presentado a Melinda en Nueva York bajo el auspicio del propio William Gates. Esos días, Epstein fue procesado por sus abusos a menores, fue a parar a la cárcel y se suicidó en agosto de 2019. Naturalmente, nada gustó a Melinda esa amistad.
Pero los matrimonios cuando se rompen nadie los puede pegar. Que el hombre se haya dado muerte en 2019 dejaba de lado la mala amistad de Bill con lo que la solución de Melinda suena a pretexto. Lo que corrobora la mala conciencia de esta amistad que parece ser el detonante, es que Gates ha negado su proximidad con el depravado. Uno de los asesores más cercanos de Gates participó incluso en la ejecución del testamento del suicidado Epstein. Es decir, como suele suceder en estos caso, cada uno tiene su parte de razón y ninguno la tiene. De fiestas en Manhattan en un año ya lejano como 2011 a traslados de Gates en el avión del financista neoyorquino, la amistad entre los dos hombres parece haber sido un secreto a voces.
“Me encontré con él. No mantuve ninguna relación comercial ni de amistad con él”, dijo Bill en septiembre de 2019. Al parecer, Epstein era un patán en sus formas públicas y un predador sexual en la vida privada. El asunto parece haber sido el detonante del desplome de la que se tenía como una de las parejas más estables en el apetecible mundo de los millonarios. A inicios de 2020, semanas antes de la pandemia, los Gates ya no mantenían dinámica de pareja, solo aparentaban. Su ausencia en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, tradicional lugar de asistencia de la pareja, fue un indicador. Los sabuesos en el mundo de la chismografía del dinero estaban atentos a lo que ocurría en el entorno Gates.
La secuencia del divorcio es un thriller acerca de lo que está ocurriendo con una de las empresas más importantes del planeta. En paralelo con la aciaga pandemia de Covid-19 que nos confinó en la mayor parte de países a partir de marzo de 2020, Bill Gates comenzaba a vivir su propia enfermedad: el 13 de marzo de 2020, Gates renunció a los consejos de administración de Microsoft Corp y de Berkshire Hathaway Inc. El secreto era que la negociación entre las partes había comenzado para dividir el imperio entre Bill y Melinda. Lógicamente, toman relevancia los grandes villanos de toga en estos asuntos: Robert Stephan Cohen, de Nueva York, especializado en divorcios, toma la representación de la señora Melinda, hombre que también auspició a Michael Bloomberg, Henry Kravis o Ivana Trump. Sale a escena Bill con sus mastines, Ronald Olson, de la firma Munger, Tolles & Olson LLP que ha servido a Mark Zuckerberg y varios poderosos.
Este 3 de mayo el mundo ha quedado boquiabierto con la declaración pública de Bill que pone fin a 27 años de felicidad. La solicitud formal dice que la pequeña gran fortuna de 130 mil millones de dólares podrá separarse por un acuerdo. Xanadu 2.0 de 131 millones, un rancho junto a un lago en Washington se incluye en la división, no menos que un cuaderno de Leonardo da Vinci, inversiones en Microsoft, por supuesto, activos de los Four Seasons hoteles y mucho, mucho más, amigas y amigos. El divorcio es el fin. O, mejor dicho, el divorcio puede ser el principio de una gran prosperidad.
Francisco Estrella, para Dolce Vita.