Viajar a Guayaquil es, desde hace quince o más años, un verdadero placer, como ir a varios otros puntos del Ecuador. Y es que Guayaquil reviste ciertas condiciones que escasas ciudades reúnen: es una urbe moderna con más de dos millones de habitantes y un crecimiento expansivo, está situada a pocos metros sobre el nivel del mar lo que le confiere un clima cálido pero no agobiante, en años recientes ha recibido una inyección de modernidad en sus vías periféricas e internas que le permiten una movilidad veloz pero segura, tiene servicios y centros comerciales que la abastecen de modo eficaz, con una red de hoteles que se cuentan entre los mejores de la costa oeste de América del Sur.
Esas y otras condiciones hacen de Guayaquil un destino que uno no puede perder. Veinte años atrás se inició la labor de recuperación urbana en la ciudad de Guayaquil. Con un enfoque multidimensional, basado en el estudio histórico de la arquitectura de la ciudad, el objetivo central fue poner en marcha un plan para la recuperación y transformación integral de la zona del malecón del río Guayas. Se emprendieron estudios de la situación para realizar la obra de gran envergadura que actualmente recorre una longitud de 3 kilómetros y medio de obra en general, con varios edificios que han completado la fisonomía urbana del sector hasta la actualidad. A ello se ha sumado en años recientes la expansión de comercios y servicios gastronómicos, la disponibilidad de cines y tiendas que hacen de esta zona de Guayaquil un lugar de encuentro turístico y de visita de propios y extraños. Muy cerca, en uno de los flancos del malecón, uno puede adentrarse en el Barrio Las Peñas, singular por sus bares pintorescos, sus senderos empinados y una formidable visión del río Guayas.
El cambio urbano de Guayaquil no se ha limitado al malecón, ha alcanzado el Malecón del Salado, la restauración del antiguo mercado del sur, la recuperación del mismo Barrio Las Peñas y del cerro Santa Ana, las plaza Olmedo, del Vagón y de la Pileta, el Puente del Velero, la avenida Nueve de Octubre, entre otras. En su momento los mecanismos para la recuperación urbana de estos entornos en Guayaquil hicieron gala de una naturaleza sui generis y participativa. Mecanismos de ese tipo permitieron que la ciudad presente un rostro prácticamente incomparable en el horizonte de la costa occidental del subcontinente.
Por ello la percepción del visitante que llega a Guayaquil y descubre estos polos turísticos tan identificativos es otro de los planos magnéticos que están a nuestro alcance. Un viajero de ese tipo, ante quien se disponen dichas posibilidades, puede preferir un hito de la infraestructura hotelera de la ciudad como es el Wyndham Guayaquil, sin duda uno de los privilegiados hoteles de la misma costa del continente. Y desde ahí partir en busca de todos esos atractivos turísticos que hacen del horizonte naranja de Guayaquil sobre la ría un espectáculo digno de explorarse y sumergirse en él. La oportunidad del conocimiento, de los negocios, del placer, la disipación, el hallazgo de la amistad o el amor, se dan cita en la gran Guayaquil. El crecimiento y la preservación de esta ciudad emblema lo han hecho posible. Que un Wyndham lo reciba para el trazado de esa ruta sobre el mapa. No hay posibilidad de arrepentirse.