Mientras la mayoría de países apuestan a aplanar la curva de contagios del Coronavirus, Nueva Zelanda busca eliminarla. La primera ministra Jacinda Ardern decidió tomar decisiones agresivas que incluyen el confinamiento para toda la población por un mes y el cierre total de fronteras.
A esto se agrega que estas medidas fueron tomadas desde un inicio, a diferencia de otras naciones que comenzaron a actuar de forma paulatina, analizando el avance del virus. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el 25 de marzo al 9 de abril, el número de casos en Nueva Zelanda se incrementó de 189 a 1000, estos datos motivaron a tomar decisiones decisivas que se ven reflejadas en la recuperación de casi 300 pacientes y solo un fallecimiento hasta la semana pasada.
El enfoque de eliminación se basa en un fuerte control fronterizo, así como el aislamiento de casos y la cuarentena de contactos para reducir las cadenas de transmisión. A pesar de que el turismo es una importante fuente de ingresos, Nueva Zelanda no dudó en cerrar sus fronteras desde mediados de marzo. Esto vino acompañado de controles estrictos para vigilar a las personas que salen de sus casas y permitir que solamente salgan quienes deben comprar alimentos o medicinas.
A pesar de que el número de contagios se ha reducido, expertos de la Universidad de Otago de Nueva Zelanda toman con cautela las medidas implementadas y argumentan que solo con el tiempo se podrán conocer los resultados finales.